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CUENTOS PARA EL VERANO (1992-93) 

 

EL BOTÓN FATAL

Se sentó.No ignoraba que la situación era realmente difícil.Experimentó sensación de malestar y angustia. Estaba ansioso. Sabía que debía controlarse, ser paciente y discreto. Sí, sobre todo: discreto. "La autoestima -se decía- eso te ayudará." Tampoco ignoraba que al haber tomado la decisión debería cumplir con todos los pasos necesarios."Será un gran esfuerzo" pensó.Se dio cuenta de que odiaba la fragancia de pino.Por un instante recordó a sus seres queridos. Fue sólo un momento, suficiente para sembrarle mil dudas. "¿Volvería a compartir esas sabrosas picadas, como la de anoche...?"Difícil saberlo...Casi sintió lágrimas. Miró a su alrededor. El espacio era bastante reducido. Detrás de él, el botón.Se molestó por la humedad. Hacía frío. La luz natural se filtraba débil por la abertura del techo. Comenzaba a dolerle la cintura. Se sentía cansado. "¿Cuánto hacía que estaba ahí? Diez minutos, veinte... La tarea no aceptaba reemplazos, ni errores. Sólo él debía efectuarla.Quiso sonreír; vio el papel...Lo tomó inexpresivamente. Lo contempló un instante y lo deslizó con cuidado..."¿Por qué yo?"Se incorporó con energía. Sintió un ardor íntimo. Giró, enfrentándose con el botón. Por un momento pasaron por su mente los mejores recuerdos: su esposa, sus hijos, los amigos, las picadas de fin de semana: con tinto, salame, maní, quesito...Alguien golpeó la puerta. Se sobresaltó. Tenía que hacerlo.Y oprimió el botón.Todo fue confuso... Como siempre, se lavó las manos con jabón antes de salir.

FIN

 

UNA HISTORIA CIRCULAR

Cuando anochecía, el 11 de octubre de 2492, Rodríguez estaba operando el radar de la nave Mayor. Lo advirtió y llamó a Christopher...-Ahí está...- dijo éste, fijando su grisácea mirada en la pantalla.- Analícelo.Los caracteres comenzaron a danzar en el monitor principal, que ocupaba una docena de metros cuadrados: oxígeno, agua potable, clorofila, etc.La tripulación de las tres naves permanecía boquiabierta.-¡El Planeta Plateado!-Su teoría se confirma, Almirante- susurró el Oficial Asistente.-En agosto, antes de haber partido, ya estaba seguro de la existencia de vida fuera de nuestro sistema. Este paraíso es nuestra esperanza; más que suficiente para el millón de almas que habita la Tierra.-¿Cómo ve la situación?-Será fácil- y agregó, sin perder la gravedad de su seria mirada- Ojalá esta vez no nos equivoquemos...Y se retiró a descansar a su habitación. Al día siguiente, luego de desayunar, el Almirante seleccionó unos datos en la memoria de su computador personal.«Según los investigadores de Historia Universal, en el Siglo XVI se produjo un movimiento que iniciaría transformaciones de importancia en la Humanidad. Quinientos años más tarde, valiosas civilizaciones con toda su cultura habían desaparecido y un par de amenazas se perfilaban como las decisivas para la continuidad de la Vida: fractura irreversible en el equilibrio entre las especies y los factores condicionantes para la subsistencia. Además, la mayoría de la población se hallaba condenada por la "peste vulnerante", que destruía las defensas del sistema inmunológico. Aún así, comenzado el Tercer Milenio, seis mil millones de personas se contabilizaban en la Tierra. La imagen era clara: el Mundo, por la propia mano del Hombre, se encaminaba hacia su destrucción; no sólo de su ambiente sino de la cultura, la ética y la dignidad.»Vibró el intercomunicador y el Oficial Asistente apareció en pantalla:-Novedades, Almirante. Además de la rica flora y su variada fauna, existen en el Planeta Plateado formas inteligentes de vida.-Bajaremos- dijo el hombre de los ojos grises.Para apagar la máquina, presionó un botón que decía " power off" (Apagar) y salió. Los anfitriones recibieron cálidamente a Christopher y su tripulación. Lograron fácil y cordial comunicación. Los visitantes observaron con demasiada atención que el Planeta Plateado era predominantemente rico en plutonio y uranio, sin dejar de percatarse también que el interés de la civilización local se dirigía a las calculadoras y radios portátiles que los navegantes espaciales iban reponiendo semanalmente, dado su bajo costo productivo. Poco después comenzaron a llegar contingentes de colonos terrestres y se concertaban los primeros matrimonios interplanetarios. Cristine, la Gobernadora del Planeta Plateado, se sentía cansada. Por causa del Protocolo, la jornada había resultado agotadora a raíz de la Clausura de los Festejos en Homenaje al Centenario del "Encuentro".Era la madrugada ya. Posó su grisácea mirada en el mural de pantalla plana, que exhibía el busto de un Almirante bisabuelo suyo. A su lado, un afiche con la imagen satelital de la Tierra. Una franja colorida atravesaba el Globo con una leyenda: VIDA ÚTIL: 1000 AÑOS. Cristine sonrió y se sentó junto a su computador personal que la mantenía informada al instante sobre todo lo ocurrido en el "Plateado".La tarea de gobernar no era totalmente grata.La pantalla, dividida en dos columnas, titulaba con el rango de NORMAL a los siguientes aspectos: destrucción de archivos "plateados", denuncias "no comprobadas" de explotación empresarial e importantes mermas de las producciones de horticultura y floricultura. En la columna de ALERTA figuraban: inquietud por radiación en varias regiones, desaparición de especies autóctonas, desnutrición, excesos en la industria química, preocupación por racismo, rumores de agitación social...-¿Para todo esto hemos necesitado nada más que cien años?- se preguntó. Y recordó cuando, siendo ella una niña, caminaba junto a su bisabuelo en las noches estivales. Christopher solía detenerse, mirar las estrellas y suspirar:-Ojalá esta vez no nos equivoquemos...Cristine se quedó inmóvil, viendo pasar gráficos estadísticos actuales, inciertos, preocupantes. Sintió deseos de irse a dormir.Y presionó un botón que decía "power off".

FIN

 

LA LIBERACIÓN DEL PRISIONERO DEL TIEMPO

No eran muchas ni tan importantes las obligaciones que tenía que cumplir durante esa jornada.Por ello no tuve apuro en levantarme. En verdad, no dominaba exacta noción de los hechos, debido a esa especie de modorra que nos suele invadir; y que antecede al despertar propiamente dicho.Las cortinas de voile dejaban ver la transparencia naranja del alba, a través de los vidrios tibios de la ventana.Muy entrada está la primavera. Según recuerdo (por ayer) los árboles ya se adornan reverdecidos, hay más pájaros y todos esos ingredientes de la estación. Aún no asoma el sol. Con muchísima precisión, los pasos de mi reloj pulsera señalan los segundos de más que voy viviendo y los que dejo de vivir... Me reincorporo a media en el lecho mirando al Oriente: se enrojece el blanco de las cortinas. La sábana celeste resbala en un silencio casi inmóvil sobre mi pecho desnudo. En las penumbras, me recuesto de nuevo, de espaldas al Naciente. Siento... lo que tantas veces noté. Podría ser cansancio, confusión, desesperanza, entrega sin lucha... En realidad se parece al sueño. Sueño de deseos de dormir. Como el que me avanzó anoche no muy tarde, cuando la rutina que siguió a la cena se compuso de colocar cruces en las hojas pálidas de la carpeta azul.Hoy anotaré los resultados -luego de unos cálculos mentales- con lápiz en la primera página. Dibujaré mi firma de malezas creciendo y la entregaré en la Agencia. Luego, deberé efectuar unas compras. Como ayer por la tarde, la puerta de la alacena seguirá floja y desencajada. La libertad del Hombre es para el Hombre, entonces liberaré al cardenal de su jaula. Está aquí cerca, próximo a la ventana del dormitorio. A pocos metros, bajo el árbol seco, sólo unos pasos...Pasos que se empeña en repetirme el reloj sujeto a mi muñeca. De golpes continuos, uno en cada segundo que transcurre. Giro otro poco mi cuerpo colocando la cara sobre el almohadón y las manos debajo de éste. (Tanto como para no escuchar el acoso de la manecilla) No tengo ganas de levantarme. Recibo otra vez el mismo sueño.Ahora, es mi corazón, el que siento. Como si lo escuchara. Parece que su compás florece de entre la almohada. Casi, cual el persecutorio golpeteo de la máquina del reloj, pero un poco más acelerado y más vivo.Me doy vuelta hacia la ventana, estiro la mano, choco contra el vidrio quieto. Está demasiado cerca. Ya asoma el sol. La mañana se torna intensa y roja. Y cerca otra vez, el reloj. Sus latidos transformáronse en mucho más que una molestia. Son un desafío. Una amenaza.No hace frío. Un amanecer como éste da gusto a la mayoría de las personas. Es muy bello. A mí, me acosan los segundos que expresa el reloj. Experimento el sueño. El compás, monótono, constante, me ha hecho prisionero. La molestia es grande. Puedo retorcerme entre las sábanas junto a la ventana. Y siempre, mi pulso y el del reloj se burlan. Curioso. No sé qué hora es.Y ya no puedo más. ¡No lo soporto!Bruscamente, por pretender deshacerme de la maldita máquina, intento arrojar hasta la mano que la porta. Demasiado cerca de la ventana, dije. Entre un aire refrescante a través de las astillas sin color. Acaricia la cortina. Por lógica, el reloj continúa prendido a la muñeca izquierda que se apoya en el filo. Qué interesante... Al estar afuera ya no escucho sus latidos. Sólo el ritmo de mi sangre bombeada.No sé por qué -si el Sol tendría que haber asomado- está tan oscuro. Flamean con lentitud las cortinas, el aire se renueva. Tal vez porque falta luz no puedo ver con exactitud. Únicamente escucho la vibración desde mi pecho y siento como un hilo cálido que desciende por mi brazo izquierdo. Todo se debe a esta especie de sueño, con seguridad. Por ello debe ser que mi sensibilidad percibe más frío, más oscuridad, más dulzura...Es un gran día. Me libré de la tortura del reloj adentro de mi cabeza. Mi sueño se hace profundo, mi corazón opera más lento aún, y no consigo explicarme el frío.Extraño. Es la mañana plena y todo se torna oscuro. Cada vez más.

FIN

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