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VERSOS EN EL EXILIO

(1993)

(Luego de un desengaño, el poeta huye y se refugia en su pueblo natal,

buscando asilo y escondite para vivir en paz y reflexionar acerca de su dolor)

 

 

PRIMERO

 

Donde el sol se pone más tarde

y el crepúsculo se llueve en oro,

te recuerdo...

 

Como borrado, como ebrio,

Como ausente,

Te recuerdo...

 

Y mastico la bronca

Y el susto

Y la picardía

Y todo,

...y nada.

 

Porque a veces me asalta

Una carcajada

Y otras, las ganas -sólo- del llanto.

Aunque eso ya fue...

 

Entonces,

Una vez más,

Enfrento a mano limpia

Mi destino,

hundiéndome en la vergüenza del Planeta.

 

Con todo,

te recuerdo.

 

SEGUNDO

 

Estuve perdido.

Siempre...

 

Lo presentía, desde antes del comienzo.

 

Te vi en tu estampa

de traje de noche y misterio.

Un traje de talle demasiado amplio

para esta escuálida percha

débil,

vencida,

casi muerta.

 

Es lo que queda de las guerras.

 

Y yo estuve perdido...

Aun antes de la batalla decisiva.

Pero pude escapar

sin saber si serviré para otra.

 

Ya me cansó la violencia

de los huracanes pasionales.

 

¡Basta de tempestades!

Basta de sangre,

hiel,

y arena.

¡Basta!

 

TERCERO

 

Una bofetada tal vez...

Fue lo que me estuvo haciendo falta.

 

Y creo que llegó en el momento oportuno.

 

Fue de vos...

Áspera caricia helada.

Efectiva y con certeza

sin haberme tocado con un solo dedo.

(las de mano abierta no duelen)

 

Impresionan las resueltas

en miradas cortantes,

en látigos hechos palabras,

en la negación y la ausencia.

 

Tal vez...

Golpeaste en el momento justo.

Y fue bueno...

 

Como si me arrancaras los sentidos.

 

¡Qué poco he reído últimamente!

Desconozco mis lágrimas...

No tengo apetito.

No extraño labios encendidos

ni pieles frutales.

 

Y al contrario de mis tardes más románticas:

ni siquiera tengo deseos de morirme.

 

CUARTO

 

¿Por qué no decir "El Muerte"?

 

(Suspiro)

 

Porque el Supremo pensó todo

muy bien

desde el comienzo de los Tiempos.

 

Entonces "Ella"

fue siempre alguien muy particular.

 

Tanto,

que acompañó en el Paraíso

al Primer Hombre...

hasta entrar en acción...

 

"Y vendrás por mí algún día

con tu neblinosa estampa

y tu túnica de noche.

Me llamarás con tu óseo carcajear

Triunfante tras las décadas de espera.

Relumbrará lo hoja

Metálica,

segadora de almanaques,

y alargando tu índice

de Viernes Santo

el abismo de tu boca antártica

reirá y armará mi nombre".

 

Aunque te seguiré

Pensaré en vengarme.

 

QUINTO

 

"No cortarás una flor jamás

el año entrante",

dicen los designios sagrados del Destino.

 

Por alguna flor quizás

Estoy hoy aquí,

sumergido en agridulce asilo.

 

¡Será de DIOS!

 

¿Cuántas veces un espinoso pimpollo

de rocío

nos sirvió para expresar

lo que no podíamos pronunciar?

 

"Pero en el año que se inicia

no robarás nunca

una flor de los jardines nocturnos."

 

Porque aquella que te cautivó,

por una flor te condenó.

 

"No vuelvas a cortar una rosa

porque trae mala suerte".

 

SEXTO

 

El Sol

-como un leopardo matemático-

acribrilla la tarde entre la fronda

fresca y verde.

 

Una gaviota estalla en plata

Dentro del manto celeste

y son de alegría sus chillidos-

porque su pareja la espera.

 

Las mariposas,

en látigos de almíbar,

flagelan un aire suave y parece

que la Tierra sonríe

con aliento humífero,

y húmedo,

y único;

casi mágico,

estético,

o estratégico.

 

Y es la vida que vuelve

a suspirar hoy

en un crepúsculo.

 

Y es mi alma que espera

una vez más.

Solo...

 

SÉPTIMO

 

Marinero sin brújula

en destierro de andanzas

y desencuentros.

 

Agobiado voy

por un universo de autopistas,

pasajes y salas de espera;

paseando mi soledad

-clase turista-

por caminos de desesperanza.

 

Respiro en suspiros de aeropuertos

con la imagen de un espejo

que se burla en paralelas

ferroviarias.

 

Y mis pulmones son durmientes

y mi sangre se hace "fax"

y en mis neuronas sólo hay

planos,

mapas,

folletos.

 

Quisiera de un grito

Quebrar el asfalto, y tal vez

reclinarme en el asiento eternamente,

mientras mi corazón villano

se detiene con una lágrima seca,

condenado,

en cada condenada estación.

 

OCTAVO

 

Prófugo y desesperado

en la tarde.

Y siempre en la tarde...

Así escribo mis versos

de prisionero voluntario

"para seguridad de mi alegría"

o para garantía del Mundo

o para salvar la paz allá lejos...

 

Y me recluyo en el estío

del jardín.

Me hago confidente del césped

y les cuento mi pena a los helechos.

 

Recuerdo con el escalofrío

(que se ríe a mis espaldas)

mi huida desde la Arena,

que me hizo dudar...

Enormemente.

 

Escapé de tu vista y tu presencia

con temor

con vergüenza (Dolió más)

También sin bronca (Dolió igual)

 

Fue un error de cálculos.

Injusto.

 

Y me esclavizo una vez más

con mis propias sentencias:

"Las cosas pasan

porque tienen que pasar".

 

NOVENO

 

Ella vendrá a buscarme

un día de estos...

 

Y ya no le temeré

como de niño

ni la desearé como en la reciente

juventud desengañada.

 

Llegará -como siempre-

en el momento oportuno.

 

Y me adornará con la piedra

como la querida por Jorge,

con dos fechas sólo,

para olvidarlas.

 

Ya no haré daño así...

 

Vendrás entonces,

sin haber llorado

(según corresponde)

y dejarás flores blancas

que beberé, hecho Sol,

después de que sonrías

casi con pena

al juzgar:

"Tonto,

te equivocaste otra vez".

 

DÉCIMO

 

"Nunca nos vamos del todo"

dicen...

 

Significa que puedo volver,

en cualquier momento.

 

Y cesaré otra vez

De ser la presa.

 

Notarás la señal

y estarás perdida:

Despertará una rosa blanca

Abrazada a tu reja,

en el fresco del estío

que se va poniendo en marcha;

para volver en otro tiempo,

como amenazo.

 

Pero sabrás

que al cortar una flor

cada madrugada

será mi sangre

la que tiña las espinas,

serán tus ojos

los que acunen mi recuerdo

y mi vida

partirá en fracciones

con un pasaporte de suspiros.

 

ONCE

 

En una siesta de enero

Volvió a estar completo el pueblo.

 

Estacionó, monstruoso,

el colosal autobús

sobre el cemento hirviente

de la plataforma.

 

Aparecieron de su vientre

los jóvenes

sobrios

de largas cabelleras

y perladas frentes.

Y valijas...

 

Y asomaron ascéticas señoritas

fieles

siempre fieles.

Y chocolates...

 

Hubo encuentro añorados

Y abrazos,

y sonrisas,

y una lágrima...

 

la aventura patagónica

sería pronto sólo un montón

de coloridas imágenes en un álbum.

 

Y más besos, y otra vez

el amor...

 

Yo, en mi exilio, imperturbable,

los ojos en el Cielo.

 

DOCE

 

Mi pueblo...

¡Por derecho!

 

No me parió.

Pero me hizo su hijo

Caminando...

 

Sus tardes;

sus jardines,

sus silencios,

azucararon la espera

y el descanso

y el exilio.

 

Puedo vibrar

Entre el perfume de sus canteros;

puedo sentir

a la Vida que vaga por sus calles.

 

¡Quiero vivir!

...con la certeza de ser libre

en el pensamiento:

sin culpas,

sin trampas,

sin vergüenzas.

Llegué de pequeño,

me fui ya maduro;

y hoy vuelvo:

persiguiendo la tranquilidad

y el abrigo.

 

TRECE

 

¿Por qué ha de perseguirme

tu recuerdo?

¿Por qué no permitirme gozar

de la bella calma

de las plazas...?

 

Te presentas

-se me antoja-

como araña

lenta y certera

que me asfixia

con sus realidades,

con sobrada sonrisa,

con ojos de brillante,

con piernas de marfil

y el índice de Juez;

recordándome que ya

no hay lugar.

 

Ya no...

No puedo ir hacia ti.

 

Debo volver...

Es de hombres.

 

Pero la Física

(o la Suerte)

deberán hacer que vivamos

en dimensiones diferentes.

 

CATORCE

 

¿Dónde está la paz,

que no la encuentro?

 

Hoy deseo la paz

y no la tengo...

 

Tal vez pueda gozarla

un momento

en la siesta sagrada

de los cementerios.

 

La paz durará siempre

en los cuerpos

y las almas se ungirán

con recuerdos.

 

Para tranquilizarme

paseo

por el predio

del sacro campo

en silencio.

 

Y me preparo al placer

de descansar en su suelo,

en paz,

en eterno sueño.

 

QUINCE

 

Debe de estar por gotear

Llovizna gris en mi sien.

 

La avenida central

del pueblo que me adoptó

y me asila

me va llevando

despacio.

Como una caricia.

Y adelante: la plaza...

 

Paseando por las calles

fui un extraño,

sin saludar casi a nadie

por no conocerlos ya;

y sin recibir palabras

porque las memorias

de los relojes y los otoños

me borraron.

 

Por la plaza

la realidad se aísla

y el Universo es otro.

 

En la plaza

la Vida

se vive siempre.

 

DIECISÉIS

 

Cada tarde

en la plaza

renazco...

 

Me refresca la piel

el agua de la fuente.

 

Me permito la sonrisa

con los gritos de los niños

y sus juegos

y sus risas.

 

Inundan el alma los perfumes

coloridos

de las flores

en los canteros.

 

Y está el jacarandá..

Hay una añosa docena

en círculo.

 

Pero éste...

Tiene parte de mí.

(Entre los pliegos

de su apergaminada cáscara

hay dos letras, y un solo recuerdo

de rosas y chocolates).

 

El corazón ya no se nota.

Pero quedó la flecha

que separa los dos mundos...

 

DIECISIETE

 

Parece que el músculo vital

se ha secado

como una nuez.

Soy casi un hijo del pueblo

pero extranjero.

Un solitario...

 

Sin hacer nada

se han cansado los ojos

sudamericanos.

 

Se han volado

como peces

los pensamientos

del cerebro árido.

 

Al cruzar el parque

-a la muerte de la tarde-

una jovencita

me saludó amable

y agregó mi nombre.

(¿Habría nacido cuando egresé

del Instituto?)

 

El mundo cambió bastante.

Quizás...

no tanto.

 

DIECIOCHO

 

Me urge volver,

nada me apura

más que hacerle frente

a la realidad.

 

No quiero más

estas vacaciones

por la fuerza,

por vergüenza,

por las dudas.

 

Se me pasó la hora

de las grandes empresas.

 

"No sueñes,

no planees,

no creas en todo.

 

Duda

y serás libre.

 

Ocúpate de vivir

lo que te queda

que ya es bastante".

 

DIECINUEVE

 

¿Cómo será

en pocos días

tenerte enfrente?

 

¿Qué me dirás

por animarme

y volver a verte?

 

¿Qué pensarás

de mi regreso

y mi triste suerte?

 

No permitiré

que mi presencia interfiera,

que mi recuerdo te hostigue,

porque asumí mi condena

y beberé mi derrota perpetua.

 

Es que me equivoqué.

Es lo que suele pasarle

a los hombres.

 

Es lo que suele pasarles

si creen que viven

y quieren enamorarse.

 

VEINTE

 

Quizás...

protejas la esperanza

de volver a verme.

 

Tal vez...

quieras llamarme a gritos

por un momento

para tenerme.

 

A lo mejor...

quieras cazarme con tus iris;

o domesticando la sonrisa

te aproximes

y te arrepientas

-y me arrepienta-

para reunirnos

y así fundirnos

y revivirnos.

 

Pero... lo siento.

No podrá ser.

 

Estuve siempre.

Cuando me busques,

me habré ocupado

de dormir

por el Tiempo que resta.

F I N

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